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VOTOS Y MAGDALENAS; cómo frenar a la ultra derecha

Desde que el pasado 15 de febrero Pedro Sánchez, debido a la caída de los Presupuestos Generales del Estado, anunciara el adelanto electoral, los acontecimientos políticos se alteraron.  Se encendió el horno, comenzó-o más bien se potenció-una precampaña electoral constante y eterna.

Como resultado de ello se despertó en parte de la ciudadanía-principalmente desde los sectores progresistas-un sentimiento movilizador, una necesidad de votar. Pues aún seguía quemando y preocupando la hornada andaluza. Y es que, ante la llegada de un partido de ultraderecha como Vox, entre cuyas primeras medidas en el parlamento andaluz ha sido votar contra la gratuidad de las tasas universitarias y la pérdida de la llave del Palacio de San Telmo por parte de los socialistas, se comenzó a demandar una alta participación electoral, pues ésta  podría ser el antídoto a la creciente ola ultraderechista a la vez que sería el impulso y la base para forjar una mayoría de izquierdas que hiciera frente a tal ola.  

Por lo tanto, la idea que gira en torno a la necesidad de llevar a cabo una alta movilización electoral no es otra que dicha participación, junto con un buen resultado electoral de la izquierda podría contener a la nada nueva y rancia ultraderecha española.

Pero se equivocan aquellos que piensan que depositando una simple papeleta un día o las que creen-como Manuela Carmena-que con inundar Madrid de magdalenas se puede frenar tal realidad. Alguno creerá que al tiempo de votar estará poniendo un cortapisa a la ultraderecha española, se creerá ser un soldado de Viriato luchando contra la gran Roma imperial, cuando realmente únicamente se estará impidiendo la entrada momentánea y concreta a ciertas instituciones. Pues la ola reaccionaria y ultraderechista es mucho más compleja y amplia. Alcanza distintos ámbitos sociales y sus apoyos siguen en aumento.

No debemos reducir toda nuestra lucha contra la ultraderecha a la emisión de un voto. Simplificar nuestra actual y compleja realidad política a tal hecho, nos impedirá frenar política y socialmente a una extrema derecha ya en desarrollo

Por lo tanto, ante ello  no debemos reducir toda nuestra lucha contra la ultraderecha a la emisión de un voto. Simplificar nuestra actual y compleja realidad política a tal hecho, nos impedirá frenar política y socialmente a una extrema derecha ya en desarrollo. Y es este otro punto importante. A la extrema derecha no se le espera que llegue, ya está aquí, está en desarrollo, por el dia de cañas por España y por las noches de fiesta al compás del himno de España, apropiándoselo como propio, erigiéndose como únicos defensores de la patria o más bien de su reducido concepto de patria.

Además, es necesario hacer una reflexión sobre el alto grado de abstención. Concretamente en los últimos comicios electorales en Andalucía. En las elecciones de diciembre el porcentaje de abstención superó el  40%. La gente no votó y la ultraderecha llegó. Pero a pesar de lo que nos quieren hacer pensar algunos, no votar, no convierte a esos abstencionistas en culpables de la extrema derecha. Pues, flaco favor hacemos si al votante indeciso, descontento y potencialmente abstencionista se le llama ultra derechista, pues ello en vez de derivar en una mayor participación puede dar el resultado contrario.  Y que ese indeciso decida quedarse en casa. Por poner un solo ejemplo, hace apenas dos días el secretario de Organización de Podemos Pablo Echenique equiparaba a los votantes de las tres formaciones de derecha; PP, C’s y Vox con aquellos que aún hoy creen que la tierra es plana. Tales comparativas en términos generales no inciden de manera relevante en lo que al trasvase de votos entre estas formaciones y Podemos se refiere (como muestran las encuestas). Pero incidir en el votante desde un punto de vista negativo, no reclamando su atención y voto-aún cuando éste sea casi imposible-si no haciéndole autor de las diez plagas de Egipto no parece ser la mejor estrategia a seguir para una formación política.

Los altos porcentajes de abstención nos hacen pensar que no toda falta de participación política deriva de una izquierda pura en ideales teóricos, sino que más bien tal abstención deriva de una desafección política transversal y más amplia en cuyo origen han participado los que hoy llaman a la movilización.

No obstante, también es de sobra conocido el puritanismo de una izquierda auténtica e incorruptible, que al mínimo cambio y cesión niega su voto, su apoyo a los partidos de izquierdas, cayendo en un error, al pensar que la política hoy va de contraponer principios rectores, abstractos y formas de organización social revolucionaria y no de contraponer medidas reales y efectiva-sustentadas en esos principios-que inciden en la vida de las personas.Pero ante la realidad que ha llegado y llegará el votante de izquierda narcisista, puro y elitista a de apoyar y votar no aquellos que defienden sus principios sin mover ni una sola coma-porque no los habrá-si no a aquellos que les permitan implementar, hacer efectivos progresivamente sus ideales. Pues puede que al no apoyar al que puede tender a defender posiciones, con las que se esté de acuerdo en mayor o menor medida se están abriendo las puertas a aquellos que niegan y rechazan esos principios e ideales de forma rotunda y tajante.

Pero como todo el análisis es mucho más complejo y amplio. Los altos porcentajes de abstención nos hacen pensar que no toda falta de participación política deriva de una izquierda pura en ideales teóricos, sino que más bien tal abstención deriva de una desafección política transversal y más amplia en cuyo origen han participado los que hoy llaman a la movilización.

 

Se podría también hacer referencia a la idea de que juntos y unidos somos más fuertes e invencibles. La izquierda pide unidad y  movilización ciudadana. Pero apenas tiene. La falta de unidad- sobre todo en Podemos y sus confluencias- puede debilitar a esa mayoría de izquierdas que tanto se demanda. La división y ruptura en distintas y variadas candidaturas puede debilitar esa mayoría, sobre todo en las circunscripciones en las que el número de escaños es pequeño, no superando los 5 por provincia. Ya que, una alta división en distintas formaciones aumenta las posibilidades de no obtener los votos necesarios para alcanzar un escaño. La izquierda cuando se divide y también cuando se une no suma. En cambio la derecha incluso divida y desunida suma a base de pactos.

 

En definitiva la complejidad de nuestra realidad social y política actual, y en concreto el auge- en términos generales-de la extrema derecha no se frena con la mera emisión de un voto. La derecha irá el próximo 28 de abril a votar en masa. Domingo de misa y voto. Por lo que ante ello, la España progresista e izquierdista debe hacer lo mismo, ir a votar. Pero sin caer en la falsa idea de que con un solo voto se está frenado a la ultra derecha. El voto es un paso, una instrumento más de una lucha mucho más compleja.  Con votos y magdalenas no se frena a la ultraderecha.

 

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