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TRAS SUS OJOS, ISRAEL

Desde hace más de 70 años, israelíes y palestinos mantienen un conflicto en el que ambos pueblos se juegan su propia supervivencia. En la actualidad, la situación se encuentra encallada en una especie de “impasse permanente”, donde no se aprecian movimientos significativos ni giros en el guión por parte de ninguno de los actores involucrados.

Hace apenas unas semanas de nuestra peregrinación a Israel, allí hemos llevado a cabo una labor de cooperación con diferentes congregaciones religiosas que nos ha permitido vivir una experiencia de intercambio cultural. Gracias a ello tuvimos la oportunidad de hablar con diferentes personas que nos mostraron su punto de vista sobre la situación.

A escasos 15 minutos del centro de Jerusalén y bajo el abrasador sol de mediodía emprendemos la visita al campo de refugiados de Shuafat, algo atípico en unos peregrinos como nosotros, así nos lo hacen saber las autoridades israelíes a nuestra salida del checkpoint. 

Ismael, un hombre nacido y criado en varios campos de refugiados, será nuestro guía y anfitrión a lo largo de la jornada. Recibimos la bienvenida de algunos viandantes que se cruzan en nuestro camino, no estando acostumbrados a que ojos externos visiten sus calles, se muestran felices con nuestra presencia. La construcción del campo se remonta al año 1965, con el fin de albergar los refugiados palestinos de las guerras de 1948 y 1967. A día de hoy se estima que unas 25.000 personas habitan el campo hacinadas en bloques, muchos de ellos construidos de forma irregular con sus propias manos. Montones de basura se acumulan en las calles junto a coches abandonados y  contenedores quemados. Así son las calles de Shuafat, desiguales, caóticas, pero con la luz que desprenden las sonrisas de niños curiosos que salen en bicicleta a nuestro encuentro. 

Desde un primer momento nos sorprende la condición del propio campo, administrado bajo la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo) .Se encuentra geográficamente en Jerusalén, pero fuera tanto de la jurisdicción israelí como palestina. No cuenta con gobierno local ni policía. Shuafat es una ciudad sin ley. 

La primera de nuestras paradas es un centro sanitario privado (existen otros centros de titularidad pública a lo largo del campo, aunque cualquier persona que lo necesite será atendida en cualquiera de ellos).

Conversamos con su personal sanitario acerca de los tratamientos que allí se reciben. Normalmente tratan traumatológias y temas de menor gravedad, ya que no disponen del material necesario ni de un quirófano que les permita atender casos de una mayor complejidad. Los pacientes que poseen el permiso  de residencia en Jerusalén podrán acudir a un centro sanitario de la ciudad, en caso contrario recibirán el tratamiento con los medios de que se disponen en el campo. 

Tras la ocupación israelí de la parte este de Jerusalén en el año 1967, quedó otorgado el permiso de residencia a los palestinos que allí habitaban. Desde entonces en adelante la obtención del permiso ha sido más complicada  para los habitantes de Shuafat, por lo que es normal encontrar familias donde haya miembros que posean el título y otros que no. Algunos palestinos colaboran transfiriendo información a Israel con el fin de acelerar la tramitación de su permiso u obtener mayor seguridad dentro del campo. 

La posesión del documento condiciona su forma de vida, ya que garantiza ciertos beneficios como la atención médica o una mayor libertad de movimiento de la que poseen el resto de palestinos de Cisjordania. 

Para evitar la pérdida del título de residencia, las autoridades israelíes exigen a los palestinos probar que Jerusalén es el centro de sus vidas. Es decir, que viven y pagan sus impuestos en la ciudad. Fue en 2003 cuando el gobierno de Israel comenzó la construcción de un muro de más de 700 kilómetros en Cisjordania en torno a Jerusalén, dejando de esta forma al campo de Shuafat fuera de la ciudad santa.

La segunda de nuestras paradas es una escuela de niñas administrada por la UNRWA (en el campo existen tres en total: dos de niñas y una de niños).  Paseando por este lugar, Ismael nos muestra su preocupación tras las declaraciones emitidas el pasado año por Nir Barkat,  alcalde de Jerusalén, quien se mostró favorable a llevar la administración de estas escuelas. Considera que la UNRWA no realiza una buena gestión de las mismas,  además de incitar a la violencia. 

Nuestra última parada es un centro para la mujer. En él se realizan talleres y cursos que ayudan a mujeres en situación de violencia de género o consumo de drogas, además de la impartición de  charlas de prevención del matrimonio infantil en los centros educativos. Abdel, vigilante de seguridad del centro, nos enseña el recinto. Nos estremecen las marcas de bala en una sus paredes (al caer la noche hay quienes disparan para mostrar su oposición hacia el  centro). 

Abdel vivió varios años en Alemania, quizá por ello tiene una visión diferente del conflicto. Con la mirada perdida dice creer que no se llegará a un entendimiento hasta que ambas partes cambien su forma de pensar. La última esperanza que le queda es que sus nietos vivan una realidad diferente. 

Abdel e Ismael se enzarzan en una pequeña discusión intentando explicarnos la administración del campo, además del papel que tienen ellos en el Estado de Israel.  El campo no cuenta con un gobierno local como tal, se administra por aquellos que tienen una autoridad carismática. Israel solo interviene en caso de que se produzcan atentados contra la vida. Aún no teniendo ningún tipo de jurisdicción sobre el campo, la presencia israelí dentro de este es muy común, y en repetidas ocasiones lleva a cabo detenciones de palestinos sin importar su mayoría o no de edad.  

Israel cuenta con una población de 8.883.800 habitantes de los cuales aproximadamente el 75% son judíos, el 21% árabes y el 4% restante lo conforman los cristianos no árabes, musulmanes no árabes y residentes sin adscripción religiosa o étnica.  Tiene derecho a voto cualquier persona mayor de dieciocho años con ciudadanía israelí.  De esta manera, se excluye a aquellos habitantes árabes que solo posean el título de residente permanente pero no la nacionalidad. Los palestinos son por tanto, los únicos que a día de hoy no poseen un Estado propio ni la ciudadanía del país en el que viven. De hecho, Abdel no puede votar, dado que no es ciudadano israelí, mientras que Ismael (aun pudiendo) no lo hará porque considera que sería una forma de legitimar el Estado de Israel. 

Sin duda alguna, la visita al campo de refugiados de Shuafat fue la experiencia que mayor impacto nos causó, y que constituye en núcleo esencial en torno al que se elabora este artículo. Sin embargo, a lo largo de nuestro viaje, tuvimos la oportunidad de conversar con otras personas que también nos aportaron su punto de vista, cabe destacar al patriarca emérito de Jerusalén, de cuya compañía disfrutamos en un receso de nuestra labor de voluntariado. Fouald Twal, que ejerció el puesto de máxima representación de la comunidad cristiana en el país durante 8 años, comparte con nosotros su visión y nos deja algunas citas que invitan a la reflexión. 

Tras conversar animadamente acerca de diferentes temas de carácter espiritual, Fouald Twal desvía la conversación hacia su perspectiva personal del  conflicto palestino-israelí. En primer lugar, nos muestra su rechazo a los constantes asentamientos ilegales que realiza el Estado de Israel: “un soldado israelí puede hacer lo que quiera con un palestino, entrar en su casa, robar…” y reitera que estas agresiones se producen diariamente.   

En la misma línea, alude a la connivencia e hipocresía que la comunidad internacional muestra hacia este tipo de prácticas ilegales: “Aunque en privado se muestren en contra, el presidente que se atreve a denunciar al estado de Israel es inmediatamente acusado de antisemita”. 

En el turno de preguntas, al ser interpelado sobre el futuro devenir del conflicto, el antiguo Patriarca se muestra reticente ante la idea de una solución en el corto plazo: “probablemente haya más generaciones que deban morir antes de alcanzar la paz”.  Finalmente, transmite un halo de esperanza cuando se refiere a los nuevos comicios electorales del 17 de septiembre, deseando “un gobierno más humano, que reconozca un estado de Israel y otro de Palestina”. 

De esta forma hemos querido dar voz a quienes se han cruzado en nuestro camino a lo largo del viaje, quienes con su testimonio han puesto esperanza en un nuevo camino. Con la mirada puesta en los recientes comicios queremos poner el broche final a este artículo. En primer lugar, debemos reseñar que estas elecciones se suceden en un clima de gran inestabilidad e incertidumbre, dado que es la segunda llamada a las urnas que se produce en 2019, tan solo 5 meses después de las últimas elecciones. Esta nueva repetición electoral es fruto del fracaso de Benjamin Netanyahu, líder del principal partido del centro derecha en Israel (el “Likud”), que no logró recabar los apoyos necesarios para conformar un gobierno estable, pese a ser el partido más votado (35 de 120 diputados). 

El hecho que más merece ser señalado en el transcurso de la campaña electoral fueron las polémicas declaraciones de Netanyahu a pocos días de la celebración de los comicios, en las que prometió “anexionar el valle del Jordán”, en territorio palestino, además de “aplicar soberanía a todos los asentamientos” y otras zonas que considera “esenciales” para la seguridad del Estado de Israel. La suma total alcanzaría los 2400 km cuadrados en un territorio en el que residen 65.000 palestinos y 11.000 judíos agrupados en varios asentamientos. Con este movimiento, Netanyahu buscaba el apoyo de la derecha más nacionalista, ante una posible desmovilización de esta. 

La principal incógnita que nos deparaban las elecciones que se celebraron esta semana era conocer si el bloque de la derecha israelí conseguiría superar los 60 escaños, logrando de este modo una mayoría absoluta. Este desenlace no ha tenido lugar. Los resultados muestran una situación de “empate técnico”, en el que el bloque de la derecha ha logrado 56 escaños y el de la izquierda, 55 representantes. Los 9 asientos restantes han ido a parar a “Israel Beitenu” (“Nuestra Casa es Israel”), la formación liderada por Avigdor Lieberman, que previamente ocupó varias carteras del gobierno de Netanyahu. El mismo Lieberman ha hecho saber esta madrugada que su única opción es “un gobierno de unidad nacional de amplia base laica y liberal”, cerrando la puerta a un gobierno exclusivamente conservador y dejando a Netanyahu visiblemente tocado, a sabiendas de que este resultado constituye un fracaso para su persona, y con un horizonte plagado de acusaciones por supuestos casos de corrupción.

 

Un posible gobierno de unidad nacional o un nuevo bloqueo político. Esa es la disyuntiva que deben afrontar los actuales líderes políticos, a sabiendas de que de su decisión dependerá el devenir de israelíes y palestinos y de que solo un gobierno estable y moderado podrá acometer la gran empresa que supone encontrar una solución a un conflicto que ya se ha cobrado la vida de demasiadas personas.

 

 

Ana del Carmen Sánchez Cotano ( Ciudad Real, 1998). Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas, así como formación complementaria en Estudios Internacionales; todo ello en la Universidad Carlos III de Madrid. Aficionada del arte y la cultura. Interesada en el panorama político internacional y medioambiental. Participa en diferentes programas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.

Luis Doménech Moya (Cuenca, 1998).  Estudiante de  Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III, además de complementaría en Estudios Internacionales. Consciente de la enorme complejidad del mundo en el que vivimos, está convencido de que solo con un conocimiento multidisciplinar y una visión globalista del mismo podremos comprender los fenómenos que se desarrollan a nuestro alrededor, de ahí su interés en profundizar en las leyes, la política y el ámbito internacional. Su deseo por cambiar el mundo que le rodea le ha llevado a tomar parte activa en la delegación de estudiantes y en diversas asociaciones universitarias. Apasionado de la Historia Contemporánea, el Derecho Constitucional y la Unión Europea.

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