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NO VOLVERÉ A SER JOVEN

Que la vida iba en serio

uno lo empieza a comprender más tarde

-como todos los jóvenes, yo vine

a llevarme la vida por delante”.

 

Así comienza el poema “No volveré a ser joven” de Jaime Gil de Biedma. La juventud como “torrente de agua”, “caballo desbocado” que tropieza con la amarga realidad, lo que le hace ver que todo es un sueño o al menos una vana ilusión de un mundo mejor. 

Los cambios propios de la globalización, modernización y de los modelos económicos han ido acompañados de importantes transformaciones sociales y culturales. Todo ello provoca que se den nuevas formas de interacción entre generaciones, sexos e instituciones sociales. Dentro de esas relaciones tanto a nivel personal como colectivo los jóvenes son un grupo amplio protagonista de gran parte de los avances, luchas y nuevas demandas en la sociedad. 

Hoy en un creciente “estado del malestar”, donde gobierna la inseguridad y la falta de certeza sobre un futuro estable, el papel de los jóvenes se vuelve más visible y relevante. Los cambios de mentalidad y crecientes demandas de las nuevas generaciones son reflejo del descontento e inquietud producido por una economía y una cultura que, cada vez más, queda trasnochada.

Se habla del “despertar de la juventud” como una realidad pasada. La idea de los jóvenes que ocupaban calles y plazas se ha convertido hoy en una especie de tema clásico y recurrente cada cierto tiempo. Pero aunque ya no acampan sin saber muy bien cuando marchar a sus casas, siguen ocupando y recorriendo las calles de nuestro país y otros tantos. Movimientos como las protestas contra el cambio climático o el despertar de un nuevo ciclo de lucha feminista llevan a la vanguardia la voz de la juventud.

Nuevas generaciones a las que en ocasiones, por su corta edad o por la errónea idea adulta de creer que no son conocedores de la propia realidad, no se les ha tomado lo suficientemente en serio. Pero a pesar de los “oídos sordos” de los dirigentes, la juventud sigue en lucha por distintas vías, siendo conscientes, en ocasiones más que los adultos, de los retos a los que se enfrenta tanto nuestro planeta como nuestra sociedad. 

Quizás sea tiempo de volver a épocas no tan lejanas en las que intelectuales y universitarios hacían tambalearse el orden de las cosas, y en la que la Universidad, como señaló Marcuse, era el oponente principal a la contrarrevolución reinante, como ya se demostró en las movilizaciones universitarias del 68 en Francia (con su mayo particular), en Estados Unidos, Praga, Italia y también en España, en oposición al franquismo y al imperialismo representado en la guerra de Vietnam.

Lejos quedan ya aquellos tiempos de lucha universitaria. La construcción de un Estado del “Bienestar”, el desarrollo de los medios de comunicación y la disolución de la visión colectiva de la sociedad, conllevando ello el triunfo del individualismo atomizado y ausente de todo atisbo de unión, han sido los pilares sobre los que se han construido no solo las futuras generaciones sino una nueva sociedad en su conjunto. 

Una nueva sociedad en la que el reformismo la única opción política factible, quedando así el cambio cualitativo y total del sistema subordinado a la sociedad opulenta, capitalista, y el proyecto liberador en manos de grupos políticos competitivos que convergen en sus ideas o marcan las distancias en virtud de la rentabilidad que les pueda aportar el contexto social en cada momento.

Las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado fueron los años del gran estallido, el enfrentamiento con el conservadurismo ascendiente, de la crítica y la liberación sexual. Pero también fueron los años de los errores, la trampa individualista, la romantización de las drogas y la desilusión.

La frase “Quién no esté colocado  que se coloque” resume parte de la historia reciente de nuestro país o más bien de las grandes ciudades como Madrid o Barcelona, cayendo a menudo en la idealización de la “movida madrileña” como culmen de liberación de una juventud que había permanecido atrapada bajo la gran sombra morla y autoritaria del régimen franquista y de la iglesia, que se definió y se define hoy como un ejemplo de “libertad y revolución”. 

El alcohol y las drogas como vías para alcanzar la libertad personal es una mentira, un mantra que a lo largo del tiempo ha destruido a jóvenes y familias. El compromiso político, la lucha por un mundo mejor no se consigue de fiesta hasta el amanecer o a través del consumo de drogas. 

Pero a pesar de todo, la juventud siempre representará el espíritu del sueño emancipador; revolviéndose contra valores que pretenden hacer de los ciudadanos individuos pasivos y anular su verdadero potencial tanto individual como colectivo

Y es de este espíritu, del que en parte nos sentimos herederos, del que nace Ideas En Guerra; con la voluntad de dotar a la juventud de una herramienta para combatir asunciones que la sociedad da por sentado, para crear conciencia y un relato conjunto. Y es que, aunque parezca una mera página más creada por jóvenes estudiantes, Ideas en Guerra emerge  contra la idea de la conformidad. La no aceptación ni convencimiento de que la educación institucionalizada y reglada es la única vía de conocimiento y aprendizaje. Proyectos como éste permiten adquirir habilidades y valores como el compañerismo o el compromiso social, fundamentales en el mundo actual. Eso sí, sin infravalorar el conocimiento adquirido en las aulas, material de base para todo propósito e idea. Por lo que sin despreciar todo lo aprendido, en este proyecto se unen dos elementos, dos realidades, claves para el hoy y el mañana como lo son la juventud y la información.

Se habla del cambio. Con razón la realidad ha variado, y lo seguirá haciendo. El sujeto y motor de cambio, puede que también. Pero la precariedad, la inconformidad e incluso la rebeldía siguen palpitando como el primer día. 

Caminamos inseguros sin saber si de verdad estamos preparados para el futuro. Pero son nuestros proyectos, nuestras ideas y la ilusión que ponemos en ello lo que de verdad alimenta el cambio social. A veces son pequeños detalles, cosas en principio insignificantes, pero que suponen un cambio ya no solo en nosotros sino en nuestro entorno. Con un granito de arena podemos hacer una montaña. IDEAS EN GUERRA forma parte de esta concepción de crecimiento que pretende recopilar todo a lo que nos enfrentamos en este mundo tan distinto a cuando nacimos. 

Nunca seremos más jóvenes que en este preciso momento, 

nunca habrá mejor momento para empezar a caminar.

 

Angel Muñoz Muelas

Carlos Entenza Martinez

Javier Verdejo Rodriguez 

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