Decía Jaime Gil de Biedma que su vida discurría entre Castilla y Barcelona o lo que es lo mismo entre la vida burguesa y la vie de château. Dos formas de vivir. Dos escenarios con unos decorados y personajes propios. Dos Españas, la castellana y la urbana.
Y es que, nuestro país nunca ha sido uniforme y homogéneo, hablar de España es hablar de su diversidad cultural y humana. Pero también hacer mención a dos Españas; la urbana y la rural, implica reconocer diferencias económicas, sociales y políticas. Las comunicaciones, los servicios sociales y el desarrollo económico no son los mismos en términos generales en cada territorio de nuestro país-con ellos no intento romper una lanza en defensa de la recentralización de servicios y competencias-pretendo más bien hacer ver las diferencias entre los distintas CCAA, comprender cómo el lugar donde se nazca puede determinar-en gran medida-nuestro desarrollo humano y profesional.
Hacer referencia a los términos Nacionalidades y Regiones en nuestra Constitución se lleva a cabo un reconocimiento implícito de las diferencias que ha permitido diversos procesos en cuanto a la adquisición de competencias entre las distintas CCAA e incluso al acceso a la propia autonomía.
Esta realidad, no es resultado único del análisis empírico de nuestro País, sino que nuestra propia Constitución reconoce las diferencias, lo peculiar y característico de unos territorios respectos de otros, ya que, en cierta manera al hacer referencia a los términos Nacionalidades y Regiones en nuestra Constitución se lleva a cabo un reconocimiento implícito de las diferencias que ha permitido diversos procesos en cuanto a la adquisición de competencias entre las distintas CCAA e incluso al acceso a la propia autonomía. Pues, como ya mencioné España está formada por nacionalidades y regiones según el artículo segundo de la Constitución. Un artículo que, por cierto, no define a su vez a España como una nación. Y es que, la Carta Magna del 78 a diferencia de la Constitución de 1931 donde solo se recogía el término región, da un paso más en la construcción de una España forjada en la diferencia, e introduce el término nacionalidades, hecho que en palabras de Miguel Herrero de Miñón pretendía destacar lo propio y característico de la organización de ciertos pueblos que son más que regiones naturales.
No obstante este término ha sido utilizado intencionadamente con el objetivo de equiparar a la palabra nación, lo cual no era el objetivo de la Constitución, ya que, el término de nacionalidades no debe interpretarse desde un sentido político jurídico sino más bien histórico cultural. Pero por otro lado, esta novedad como otras tantas de aquellos días, no fue casual, y es que a pesar de la realidad actual sumida en una interminable crisis territorial, el plasmar el término nacionalidades en nuestra Constitución permitía-y permite- una vez más reconocer la convivencia común e integrada de distintos territorios en un mismo proyecto de país, en una misma España construida en la diferencia.
Pero no obstante tal novedad, nos conduce a distinguir entre nacionalidades y regiones, entre aquellos territorios que son más que regiones naturales y aquellos que son simplemente regiones. Diferenciación teórica de la que derivan gran partes de las diferencias económicas y sociales de las Comunidades Autónomas. Distinción engañosa que priva a parte de nuestro país del reconocimiento de su cultura y tradición, como si solo aquellos territorios históricos tuvieran una historia digna de conocer y respetar. No obstante, tal distinción es respetable y necesaria que sella en nuestra Ley de leyes la realidad de una España diversa y distinta, de un país donde conviven territorios heterogéneos y peculiares. Diferencias que han repercutido y que trascienden el plano de lo cultural para alcanzar el ámbito económico y social.
Las actuaciones políticas, los proyectos económicos y la historia de cada región han tenido un papel más decisivo en el forjamiento de una España que camina a dos velocidades.
A pesar de todo ello, evidentemente la mera distinción entre nacionalidades y regiones no ha conllevado la creación de una España partida en dos, por un lado una España que viaja en AVE, mientras que otra lo hacen con vías del Siglo XIX. Sería ingenuo si tal distinción en nuestra Constitución hubiese sido el factor único y determinante para ello, es más creo que no ha sido ni relevante en tal proceso diferenciador entre CCAA pues las actuaciones políticas, los proyectos económicos y la historia de cada región han tenido- a mi parecer- un papel más decisivo en el forjamiento de una España que camina a dos velocidades. Pero sirve no obstante como punto de partida, como elemento para comprender la diversidad de nuestro país y sus territorios.
Pero entrando en un análisis más profundo y basado en datos, para poder afirmar la realidad sobre hasta la que ahora he reflexionado debemos partir de la idea de que diferenciar en términos generales nos lleva a la comparación entre unos y otros, en este caso entre unas Comunidades Autónomas y otras. De esta manera, si tenemos en cuenta los datos de los últimos años relativos a los servicios sociales, desempleo y pobreza, nos permitirá todo ello afirmar una clara desigualdad entre territorios.
Nuestras condiciones socioeconómicas y oportunidades laborales están en gran parte determinada por el lugar de nacimiento lo que debilita el principio de igualdad- en sentido material- entre españoles.
En primer lugar, en cuanto al desempleo las autonomías forales (Navarra y País Vasco) muestran los mejores indicadores, con tasas de paro en torno al 11% mientras que en posiciones contrarias se encuentran Extremadura y Andalucía, con porcentajes por encima del 25%.
Por su parte, las tasas de pobreza señalan que Andalucía encabeza el ranking de pobreza: un 35,7% seguida de Murcia (31,8%), Extremadura (29%) y Canarias (28,5%). En el lado opuesto, los territorios con menor nivel de pobreza son las dos autonomías forales (Navarra, 9,6%, y País Vasco (10,9%), seguidos de Cataluña (13,9%) y Madrid (15,1%).
En definitiva tales datos nos hacen reconocer que nuestras condiciones socioeconómicas y oportunidades laborales están en gran parte determinada por el lugar de nacimiento lo que debilita el principio de igualdad- en sentido material- entre españoles.
El análisis de la realidad, nos muestra distintos niveles de financiación, infraestructuras y calidad de las prestaciones sociales entre las CCAA. Además a pesar de las mejoras a grandes rasgos de la situación socio económica de España, la deuda autonómica y la falta de financiación conlleva todo ello un agravamiento de la desigualdad de oportunidades. Por lo que donde se nazca es un factor central y determinante en cuanto a la posibilidad de acceder con mayor facilidad y garantías a los servicios públicos fundamentales. Lejos queda por lo tanto el ejercicio de los principios consagrados constitucionalmente de solidaridad y equilibrio económico justo y adecuado entre las distintas CCAA.
Pues mientras que unos territorios se han forjado como grandes centros económicos, demográficos y empresariales existe otra españa olvidada y silenciada, más que silenciosa como nos quieren hacer pensar. Una tierra que en la que la clase política fija su interés de manera esporádica, solo llegando hasta aquellas regiones y pueblos en época electoral. Son además pocas y escasas las infraestructuras- motor y medio- que permite la conexión con otras zonas e impulso económico.
Y hablar de infraestructuras en la España olvidada es hablar de Extremadura y de su lucha por un tren digno. Las deficientes y obsoletas vías extremeñas fueron durante el año pasado el escenario de más de 150 averías, retrasos e incluso incendios. Y éste año, no comenzaba de forma distinta, ya que la misma noche del 1 de enero aparecían los mismos problemas pues con un retraso de más de 7 horas los pasajeros llegaron a Madrid tras una larga odisea, a la que los extremeños está tristemente acostumbrados.
La situación es insostenible, refleja la diferencia de inversión en infraestructura y es que, por poner un ejemplo, Extremadura es la única comunidad autónoma sin un solo kilómetro de línea férrea electrificada. Y a pesar de que la situación triste y de urgente mejora del tren extremeño ha saltado hace relativamente poco a los medios nacionales, son décadas ya las que los extremeños y extremeñas sufren la falta de inversión real para renovar unas vías que datan del Siglo XIX. Y a todo ello se suma el olvido político y multitud de promesas inclumplidas tanto del PP como PSOE. Algunos con un poco verdad y bastante enfado afirman que nuestra tierra tenía mejor comunicación en época romana cuando Mérida era capital de Lusitania. Por lo tanto, a pesar de que quede ya lejos la España que Mario Camus reflejó en Los Santos Inocentes. Una tierra de hambre, sufrimiento y de pocos libros, un tiempo de señores y siervos, un tiempo en el que el éxodo rural a las grandes urbes era un billete para una vida mejor o al menos para tener una sola oportunidad profesional que permitiera vivir dignamente, siguen en cierta manera las diferencias sociales y económicas entre las distintas CCAA. Siguen vivas las palabras de Gil de Biedma, siguen su España castellana y su España urbana.
Bibliografía
La revista Gizarteratuz, del Centro de Documentación y Estudios de la Fundación Eguía Careaga
Monografia Servicios públicos, diferencias territoriales e igualdad de oportunidades (FUNDACIÓN BBVA)

Codirector de Ideas en Guerra. Graduado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Carlos III de Madrid. Interesado en las áreas de derecho público y análisis político. Ha realizado estancias en las Universidades de Barcelona y Chile. Colabora con varios medios de comunicación.