Para adentrarnos en este jardín tan complejo como es el feminismo hoy en día, entrevistamos a Sílvia Claveria Alias, licenciada y doctora en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra. Silvia es, actualmente, investigadora post-doctoral en la Universidad Carlos III, donde se ha especializado en el estudio de la desigualdad de género en ámbitos como el comportamiento político y las élites políticas. Además, basta con teclear su nombre en internet para encontrar una intensa actividad en las redes, donde no solo encontramos una larga lista de artículos con temática de género en el blog Politikón, sino también la reciente publicación de su libro ‘El feminismo lo cambia todo’. En este hace un repaso de los conceptos y las temáticas más atacadas por el movimiento feminista, a la vez que explica las diferentes concepciones de éste, resucitando las ideas de teóricas feministas a las que la historia amenaza con olvidar. Así pues, Silvia parece la persona ideal para desentrañar algunos de los aspectos más controvertidos de uno de los movimientos sociales más transformadores del momento.
Pregunta. Estamos en pleno auge del movimiento feminista, cada vez más jóvenes se identifican como feministas. ¿Cómo se puede explicar entonces que, a pesar de esta concienciación de las nuevas generaciones, sean las mujeres jóvenes las que más violencia sufren?
Respuesta. Según los datos casi un tercio de la violencia de género se da en gente muy joven, de los 16 a los 25 años, y eso no deja de ser paradójico porque por el contrario nosotros esperamos que a medida que pasa el tiempo esto se resuelva, pero está claro que hacen falta medidas clave para poder atajar este problema y nos muestra que realmente el patriarcado está muy presente en los jóvenes también.
Miramos a nuestro alrededor, en la universidad, y pensamos que los chicos y las chicas son igualitarios, pero debemos darnos cuenta de que hay otra parte de la población que puede que no la veamos a diario pero está ahí, y son jóvenes.
Atendiendo a encuestas de actitudes, vemos que las mujeres jóvenes si están muy concienciadas y tienen un discurso y un relato sobre el feminismo, pero los chicos jóvenes no, y tienen unas actitudes hacia el feminismo y hacia la igualdad de género muy similares a los hombres de 50 años. Esto va a producir un choque, porque una parte de los jóvenes ha evolucionado pero otra parte no, y aún está muy presente. Como ejemplo encontramos, los resultados de Vox, que reflejan una base de votantes bastante joven (de 25 a 45 años).
Es verdad que los jóvenes van cambiando poco a poco la perspectiva, pero no debemos dejarlo todo en manos del tiempo, sino que hacen falta políticas para que cada vez haya más igualdad de género en todos los ámbitos. La violencia de género es el ejercicio máximo de la desigualdad, de la voluntad de los hombres de subyugar a las mujeres porque hay ciertas normas culturales que te han convencido o han normalizado esa situación.
P. Esto enlaza con una parte de tu libro en la que remarcas la necesidad de instruir en materia afectivo-sexual como una forma para combatir la violencia de género ¿Cómo podría llevarse a cabo?
R. No soy muy experta en esta materia.
Lo que está claro es que en España dependiendo del color del gobierno se ha asumido este asunto dentro del Ministerio de Sanidad, limitándose a la salud sexual y ETS con gobiernos de derechas, mientras que gobiernos de izquierdas sí lo han asumido como algo educativo y que debe tratarse desde una perspectiva mucho más global y de enseñanza.
De entrada sería necesario establecer una asignatura centrada en esto, no únicamente en cuestiones biológicas, sino en las relaciones entre ambos y otros tipos de relaciones que no sean heteronormativas. Cuestionar ciertas relaciones que se han admitido pero no tendrían por qué ser la norma.
Quizás dentro de la antigua Educación para la Ciudadanía, o algo similar, muy transversal, donde se formalizara ese conocimiento, volviéndolo parte de los planes de estudio.
Es difícil porque la capacidad de la escuela para socializar es limitada, pero es un primer estadio al que el Estado puede acceder.
P. El problema de no institucionalizar este tipo de materias es que al dejarlo a la libre voluntad vemos que la mayoría de los hombres se educan sexualmente de manera casi exclusiva a través de la pornografía
R. Claro, hay dos problemas.
Por un lado hay una diferenciación de clase, se observa que las clases más altas normalmente son más igualitarias. Pero por el otro existe la pornografía que enseña una forma de tener relaciones super fuerte. Esto tiene que cambiar por todo; para construir una nueva feminidad, una nueva masculinidad y otra nueva manera de ver más allá de la relación de poder hombre-mujer.
P. Recientemente el SPD en Alemania impulsó la idea de crear y subvencionar una nueva “industria pornografica feminsta” para cambiar estereotipos sexuales ¿Cómo encuentras este tipo de iniciativas?
R. Es difícil. Es necesario otro tipo de pornografía.
La pornografía ha sido cuestionada tradicionalmente por dos corrientes: por un lado las que afirman que la pornografía se tiene que prohibir porque educa en desigualdad y otra (las prosex) que argumentaban que al prohibir el porno entraríamos en una especie de visión victoriana del sexo, coartando el placer de la mujer que ya ha estado históricamente apartada del disfrute sexual.
Al final ambas llegan a un consenso, no se puede negar la dificultad de prohibir el porno ni se puede negar que el porno hoy en día educa de una determinada manera. Es necesario otro tipo de porno para cuestionar estas visiones.
Actualmente hay dos tipos: el porno para mujeres de Erika Lust que se puede pensar que esencializa a la mujer, con relaciones mucho más románticas y más narrativa, y se cuestiona hasta qué punto por ser mujer necesitamos algo mucho más romántico en el placer. Y por otro lado, desde la postmodernidad apuestan no solo por romper el estereotipo de poder sino por crear un nuevo cuerpo de deseabilidad, fuera del modelo tradicional, rompiendo los objetos de placer, pero al final está visto como algo que no termina de despertar el deseo sexual de quien lo ve, se podría visionar en un museo de arte contemporáneo pero es difícil considerarlo susceptible de consumo.
También otras feministas como Clara Serra afirman que el deseo no es social sino innato, y que las mujeres no nos debemos flagelar o avergonzar si tenemos el deseo sexual de reproducir conductas extremas o patriarcales (como la fantasía de la violación), que las mujeres ya hemos estado suficientemente reprimidas. Yo no estoy tan de acuerdo con que el deseo sea innato, hay mucha construcción social, pero sí cuestiono cómo hacían las prosex hasta que punto debemos prohibir el porno si hay otro tipo de películas que están construyendo también lo mismo (Disney, escenas sexuales falocéntricas), pero también es cierto que todo socializa.
Tendríamos que llegar a un término medio, para gradualmente llegar a otro tipo de pornografía.
P. Una cuestión central en el feminismo es el status de sujeto, y en su concepción encontramos multitud de teorías dentro del movimiento feminista ¿Como pueden conjugarse estas concepciones?
R. Una de las características de esta cuarta ola puede ser que nos estamos cuestionando quién el sujeto político del feminismo. Claramente todos estamos de acuerdo con que el sujeto político del feminismo es la mujer pero hay diferentes corrientes que disputan qué es la mujer.
El transfeminismo asume que el género no debe estar basado en los atributos sexuales sino en cómo te identificas, una lucha más interseccional que suma al colectivo LGBT+. Por el otro lado, la corriente radical feminista considera que ser mujer es tener atributos sexuales femeninos porque las mujeres trans han sido socializadas como hombres, y por lo tanto no han sufrido todas las barreras que supone ser mujer.
Es complicado, está en disputa y ahora es muy candente.
Tengo claro que no nos tenemos que centrar únicamente en los atributos, realmente ser mujer es una discriminación a la que sumar otras: raza, orientación sexual, clase… Sin dejar de tener como objetivo defender a la mujer tiene que añadir otras reivindicaciones al movimiento porque dejando eso de lado se estrecharán demasiado las actividades.
P. Muchas veces se acusa al feminismo de estar centrado en debates de opresión en vez de concentrarse en canalizar su fuerza política ¿Puede sobrevivir mucho más el feminismo si sigue centrado en estos debates?
R. Es el gran problema.
El pasado 8M se dieron unas circunstancias excepcionales que hicieron que cambiara la norma social, y si antes decir que eras feminista era lo raro o te acusaban de serlo, ahora pasa todo lo contrario y se considera feminista todo el mundo, aunque no lo sea.
El año pasado se primó la unión sobre cualquier disputa interna, este año vemos todo lo contrario. Las abolicionistas plantean su debate, las radfem dicen que ellas no van a luchar por los derechos de la transexualidad…
Igual no debe ser el eje central, pero tenemos que reconocer que no todas las mujeres son iguales. Y del mismo modo que ante una política pública analizamos cómo afecta a hombres y mujeres debemos ver dentro de las mujeres como afecta a las de clase baja, a las lesbianas, a las trans, a las racializadas… No se tienen que dar todas las luchas a la vez, pero si la lucha es la igualdad de género hay que tener en cuenta otros aspectos y que no todas somos iguales. Ese es el gran reto de este año.
Lo ideal para mi sería mantener la interseccionalidad.
Debemos recordar además que hay unas elecciones por lo que, si el feminismo era un movimiento bastante transversal desde la izquierda o incluso desde el centro-derecha, ahora todo el mundo va a tratar de apropiárselo y de ser “el partido más feminista”. El PSOE irá de la mano de las abolicionistas, Podemos reivindicará que son el feminismo más joven, Ciudadanos con un feminismo mucho más liberal, centrándose en un tipo de mujer muy concreto, de clase media que trabaja en una empresa etc.
Veremos si esas disputas dividen o no el feminismo.
P. Hablando del 8 de marzo. ¿Apoyarás la huelga? ¿Qué nuevas reivindicaciones incluirías al manifiesto y cuales consideras más fundamentales? ¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las mujeres que aún se muestran reticentes a unirse al movimiento?
R. Dentro del manifiesto, quizás por su gravedad, priorizaría la lucha contra la violencia de género pero no hay que olvidar que el feminismo lo cambia todo y debe atender a todas las cuestiones y todas las temáticas; debe hacer frente incluso al modelo heteronormativo.
Para convencer a que las mujeres se unan, intentaría hacerlo atendiendo a sus características, es decir, individualizando.
El año pasado observé una diferencia generacional en la narrativa feminista; las mujeres que socializaron políticamente en los años 70 luchan fuertemente por un feminismo de igualdad, por la presencia de mujeres en todas las estructuras como método para cambiar las cosas, las mujeres 35-40 reivindican problemas laborales y maternidad, y las más jóvenes tienen reivindicaciones mucho más corporales y de seguridad.
Estas reivindicaciones vienen determinadas por nuestras propias vivencias y la edad. Conscientes de que hay distintas narrativas, se debería de convencer teniendo en cuentas estas narrativas.
Por supuesto que apoyaré la Huelga.
P. ¿Qué opinas de que el movimiento feminista reivindique la figura de mujeres como Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin o Alexandra Kollontai? Comunistas que no se definían feministas por considerarlo un movimiento burgués.
R. Yo creo que son feministas. Por ejemplo, Angela Davis se definía como comunista pero hace ya un tiempo se define también como feminista. Siempre ha habido un matrimonio difícil entre el comunismo y el feminismo, porque siempre se ha priorizado una causa, una lucha. En mi opinión las luchas se han de realizar a la vez.
Además uno de los motivos por los que no se definían como feministas era porque dicho movimiento tenía un marcado carácter burgués, una connotación negativa, pero su vida, sus grupos de autoayuda, sus disputas con Lenin y sus discursos hacen que podamos considerarlas feministas de facto. Hay que leer cada figura en su contexto histórico.
P. ¿La estrategia feminista debe ser revolucionaria o reformista?
R. Creo que dentro de una democracia liberal la estrategia más efectiva es ser reformista. La revolución se ve como algo lejano, es más pragmático cambiar poco a poco, convencer y obtener resultados efectivos. Es difícil de justificar la no utilización de mecanismos democráticos que ya existen, por lo que es complicado justificar una revolución en este contexto de democracia liberal. En otro contexto puedo entender que la revolucionaria sería la mejor estrategia.
P. Hablemos de Vox, como ya es sabido, basa gran parte de su discurso en una reacción a los movimientos progresistas actuales, como el movimiento feminista. ¿En qué crees que ha fallado el feminismo -si ha fallado en algo- para que una parte de la población lo rechace de esta manera?
R. Si miramos la historia vemos que toda ola va acompañada de una cierta contraola.
Comprendo que el patriarcado es algo complejo de explicar, es todo y nada, y las relaciones de dominación son difíciles de entender. Vox se basa en lo que se denomina sexismo moderno; parte de la idea de que los hombres y las mujeres ya son iguales, niegan la existencia del patriarcado, por lo que rechazan todas aquellas leyes que protegen y que reconocen derechos a las mujeres. Al negar el patriarcado, la discriminación positiva en favor de la mujeres puede entenderse como un ataque a la igualdad ¿Por qué iban a tener las mujeres más derechos que los hombres si ya somos iguales?.
Existe esta contra-ola, lo relevante es determinar cuál será su magnitud.
P. En tu libro tratas los distintos modelos estatales relativos a la prostitución: regulacionistas, abolicionistas y ‘alegales’. España se encuentra en este último y está claro que el vacío legal no es una solución. ¿Cómo evalúas esta situación, hacia qué posición deberíamos avanzar? ¿Por qué crees que en todos estos años España no ha desarrollado una regulación clara sobre este tema?
R. Es un tema complejo sobre el que yo incluso no tengo una postura clara, es cierto que defiendo un modelo abolicionista más que regulacionista, pero tampoco podemos dejar en un limbo legal a todas aquellas personas que ejercen la prostitución, se han de tener en cuenta también a esas mujeres.
Hoy se ve una tensión muy fuerte dentro del movimiento en relación a este problema. Hay abolicionistas que incluso niegan los derechos y hacen escarnios a las prostitutas con lo que tampoco estoy de acuerdo. Yo opto por un modelo más abolicionista, pues hay cosas que han de estar fuera del mercado, pero sin olvidar a las que ejercen la prostitución. El cambio no se desarrolla en un corto periodo de tiempo, es necesario un proceso de transición, no se puede dejar de lado a estas personas vulnerables. Además también creo que habría que cambiar el centro de nuestro análisis, debemos de tener en cuenta también a todos aquellos empresarios que son quienes se lucran con la prostitución y no atacar al más vulnerable.
Autores: Carlos Entenza y Marina Rodríguez
Colaboradora: Alba Barrio

Codirector de Ideas en Guerra. Politólogo y jurista por la Universidad Carlos III de Madrid. Fue dirigente estudiantil por la educación pública, gratuita y de calidad. Buscando alternativas igualitaristas a la crisis climática. Colabora en distintos medios digitales.