Como personas que hemos vivido, transitado y sufrido la EBAU, Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad, conocida hace unos años como PAU, Prueba de Acceso a la Universidad, y popularmente renombrada como: el examen que marcará tu futuro, hoy te queremos esbozar qué es, qué se siente y qué hay más allá de estos primeros días de Junio.
Y es que, entre mitos y leyendas circundantes a esta prueba, hemos decidido desde Ideas en Guerra (@ideasenguerra), darle algo de luz al asunto. En cuestión, fijémonos en dos ejes fundamentales que conforman este examen: el orden frente al caos.
Como gran parte de las cosas en esta vida, todo tiene su contrapeso, y la EBAU no es menos. El orden al que se somete esta prueba procede, curiosamente de la Orden PCI/12/2019, de 14 de enero, por el cual se fijan contenidos, características y normas para la realización de la misma. Pero entonces, ¿por qué cada comunidad tiene su propio examen?
En base a lo que muchos ya sabemos al enfrentarnos a esta prueba, las comunidades autónomas modifican y adaptan sus pruebas de selectividad al currículum que imparten en sus institutos en el 2º año de Bachillerato, aparte de las pruebas específicas de idiomas en comunidades como Galicia o País Vasco. Y es de esta libre conformación del examen de dónde surgen las denominadas desigualdades autonómicas.
Los datos nos muestran la gran anomalía, el caos que supone esta prueba crucial para el futuro de muchos estudiantes de toda España. Comparando los datos PISA de la última etapa de la ESO en comunidades como Navarra o Castilla y León, encontraremos los mejores resultados, y en su contrapeso, Extremadura o Canarias, los resultados más raspados.
Sin embargo dos años de Bachiller y esta balanza invierte su peso, y donde los resultados estaban a la cola de la lista, se turnan a encabezar los resultados de sobresalientes en la EBAU. (Canarias: 23,02% y Extremadura: 18,93%)
El informe Manu, de la profesora Rueda (Universidad de Valladolid, 2015) sostiene que: “La probabilidad de que un estudiante acceda a una determinada Facultad o Grado en el territorio español, debe ser la misma, independientemente de la comunidad autónoma donde se haya realizado la prueba PAU.”
Pero esto no sucede, ya que comunidades como Madrid, Galicia o Castilla y León, adaptan las pruebas a nivel y requisitos académicos más elevados que en comunidades como Andalucía o Murcia. ¿Esto qué provoca?
Provoca que el alumnado de selectividad de comunidades donde la EBAU es más soft obtenga una probabilidad mayor de ingreso en facultades y carreras de cualquier parte de España, accediendo por delante del alumnado de esas comunidades.
Pero la desigualdad no se origina en esos días de examen, donde influye la ubicación, ya sea Alcalá de Henares, Segovia o Almería. Sino que la desigualdad radica en este sistema segregador, que selecciona y clasifica a los estudiantes en base a sus notas y capacidades, sin tener en cuenta, el esfuerzo, la presión o la situación socioeconómica del alumno.
No nos equivoquemos, a la universidad pública no accede cualquiera, solo una elite que puede costearse e invertir en tiempo y dinero, el que sus hijos estudien y mejoran sus notas, lo suficiente para poder después enviarles a la capital a estudiar una carrera, en la que todo se paga, apruebes o suspendas.
Y cuál es la solución a este dilema, ¿evaluarnos en un solo examen o acceder libremente a la universidad, sin barreras de ingreso?
El modelo francés así lo cree, constitucionalmente permite el acceso libre a la universidad, pero hecha la regla, creada la trampa. Si bien el acceso es gratuito (asumiendo tasa y costes derivados de estar en una institución superior de enseñanza) y libre, más del 40% del alumnado abandona la universidad en su 1º año de carrera, ¿por qué? por las pruebas internas de las universidades, que seleccionan a sus alumnos una vez inicia el curso.
La cuestión no es hacer un solo examen para todas las comunidades, sino equilibrar los sistemas educativos de todo el territorio español. Invertir en educación , en profesorado, en recursos para los alumnos más desfavorecidos y en becas.
Creando un sistema que no inicie la andadura del alumnado en base a su cartera, sino en unas capacidades, iguales para todos, y si esto no es posible, no podremos exigir una EBAU para todos por igual pues la meta estará más lejos para aquellos que empiezan la carrera un kilómetro por detrás.