El pasado 25 de noviembre, se llevó a cabo uno de los tantos referéndums vinculantes de la Democracia participativa suiza. Esta vez, se consultó sobre tres cuestiones muy diferentes entre sí, y cada cual más específica en su materia.
En primer lugar, se interpeló a la población suiza sobre “la dignidad del ganado agrícola”, preguntando a la ciudadanía suiza si se debería ayudar económicamente o no a aquellas granjas con vacas y/o cabras con cuernos, ya que se los extirpan cuando son jóvenes para así ahorrarse espacio y tener más animales en el mismo área, con este subsidio se facilitaría a las granjas ser más competitivas y obtener mayores beneficios.
Por otro lado, anteponer el derecho suizo a los tribunales y derecho internacional.
Y, la última consulta versaba sobre si modificar la Ley de Seguridad Social en la cuestión de la supervisión que pueden ejercer los seguros sanitarios sobre sus asegurados y aseguradas, se preguntaba si legalizar o no que las compañías privadas puedan espiar a sus clientes que reciben dinero de ellos en orden a saber si están actuando fraudulentamente. Poniendo en peligro la fina barrera que divide la esfera de la vida privada de la pública. Autorizando a espiar a las personas siempre que estén al exterior (ya sea el jardín de su casa, un balcón o por la calle) o en un lugar público cerrado (tiendas, bares, biblioteca), rastrear mediante sistema de GPS el coche de la persona asegurada y otras formas de “espionaje” que vulneran el derecho a la intimidad, con el pretexto de que intentarán combatir los abusos y estafas que tienen lugar en este sector.
Los resultados fueron interesantes: Se rechazó la primera consulta, por lo que las granjas suizas con animales con cuernos no recibirán subvenciones, pero sí se aprobó el cambio de la Ley sobre los Seguros Sociales; permitiendo a estos espiar a sus aseguradoras y asegurados. Y, por último se votó también en contra de la supremacía del derecho suizo sobre el internacional.
Aunque la cuestión más (o la única) que podría considerarse preocupante a nivel internacional, fue la propuesta de anteponer el derecho suizo a los Jueces y Tribunales Internacionales. Nacida a modo de iniciativa popular por l’Union démocratique du centre (UDC) -Partido con más representación en el Parlamento Suizo y con tintes conservadores, anti europeístas y nacionalistas-. Si bien es cierto que el 66.2% de ese 47.7% de personas que participaron votó en contra, es preocupante, por un lado, el solo hecho de que se proponga, y por otro, que un 33.8% de suizas y suizos (lo que equivaldría a poco más de 872.000 personas), hayan votado a favor de cerrarse de esta manera al resto del mundo.
La campaña se promovió más bien como un sí a la democracia directa suiza, a su esencia política; se podría decir que por miedo a que futuras decisiones populares no puedan desplegar todos sus efectos debido a la supremacía del Derecho Internacional -que puede o no ser acorde a las decisiones que tome la ciudadanía suiza-, y estos sientan que han perdido poder de decisión, es decir, que su base democrática muera por culpa del Derecho Internacional. Y es que gran parte de la ciudadanía suiza no quieren tener leyes que no hayan sido decididas por ellos mismos, mediante referéndum. Pero quizás como parece ser que ha ocurrido en nuestro continente con otros referéndum europeos famosos y desesperantes como el que en estos días se discute entre Bruselas y Reino Unido; “el Brexit”- que está a la espera de hacer honor a su nombre- es en cierta manera también un hecho que va en contra de la propia realidad de un mundo cada vez más globalizado, en el que no tiene sentido alguno encerrarse en un solo nosotros.
Pero volviendo a los Alpes, quizás los suizos y suizas que votaron contra la propia realidad internacional no pensaron que su consecuencia directa sería su salida de tribunales como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, de todos los tratados bilaterales celebrados entre la Unión Europea y Suiza -que no son pocos-, y todo tipo de Acuerdos y Tratados que se han llevado a cabo cediendo de una parte y de la otra.
¿Qué quiere decir que Suiza quiera esto, significa que el derecho internacional afecta negativamente a los Estados? ¿Da miedo el ceder autonomía a un organismo supranacional que no controlas? ¿Qué pasaría se acabase con el Derecho Internacional? ¿Dónde acudiría si mi derecho nacional no me ampara?
Estas son algunas de la preguntas que la población suiza se hizo -o debió haberse hecho- antes de votar.
Por otro lado, desde fuera de la Confederación Helvética es interesante preguntarse qué pasaría si todos los Estados que están comprometidos a un Derecho Internacional -que les armoniza entre ellos-, dejaran de confiar en ello y se salieran de ese compromiso. Esta situación podría ser comparada con la de los niños o niñas que no son vacunados, no va a pasar ninguna catástrofe o epidemia mortal, porque el resto de niñas o niños sí lo están, por lo que no supondrá demasiado problema, el caos en cambio, sí llegaría cuando ninguna niña o niño se vacunase de enfermedades mortales y de difícil tratamiento y se empezasen a contagiar entre ellos, cuando ningún Estado creyera en la Comunidad internacional suma en sí de los propios Estados.
Si bien es cierto, que una respuesta clara del fin o de la salida del Derecho Internacional es que no habría a dónde acudir cuando tu derecho nacional no te ampara, ya que son las instancia jurisdiccionales internacionales la última garantía para hacer valer nuestros derechos y libertades. Casos que han hecho evolucionar el derecho español no seguirían pasando, como el Caso de Mª Luisa Muñoz «la Nena» tan sonado en 2009, el caso de los dos manifestantes que quemaron una foto de los reyes de España, o el Caso “Sendero Luminoso”. Puede ser triste, pero da miedo confiar en el derecho español algunas veces, pero no dejan de sorprendernos con sentencias como la de “la Manada”, como ejemplo mediático. Asimismo en el caso de la justicia suiza, si no fuera por las presiones de la Unión Europea en Suiza, las mujeres seguirían sin tener derecho a voto -conseguido en 1990- y, hasta que no se consiga presionar lo suficiente, el matrimonio igualitario seguirá sin existir en la Confederación Helvética, las personas trans seguirán sin tener apenas derechos y el cierre de fronteras que tienen sería aún más férreo.
¿Pero por qué hay países con tanto miedo a que otra organización les diga lo que tienen que hacer? Bueno en este caso es fácil responder con el auge de los nacionalismos, cierre de fronteras, las ganas de una no-evolución por un conformismo casposo y arcaico, y como ya dice Isaiah Berlin en el libro Las raíces del romanticismo, el encerrarse en una nación, en una cultura, sin mirar al exterior y sin mezclarse con lo de fuera solo lleva a un retraso y una mediocridad de la Nación, por lo que se podría afirmar que el multiculturalismo enriquece, la “heterogeneidad armonizada” que podríamos llamar a esto. A fin de cuentas, una mezcla de opiniones que miran hacia un crecimiento conjunto.
Aunque en el caso de Suiza, no solo tienen miedo por el arraigado nacionalismo de su cultura, también por la delicada situación de ser un país de tamaño mediano (el país 135 más grande) pero a su vez uno en los que más riqueza económica se alberga, país número 17 de más PIB per cápita del mundo y 39 de mayor PIB mundial, además, es el tercer país con más reservas de divisas y oro por detrás de China y Japón, por lo que podríamos argumentar que también tienen miedo a que esta organización supranacional les “dañe” su economía.
Por último, es importante decir que el caso de Suiza, como Estado, es a la vez que complejo interesantísimo, en la Confederación ya se vive un multiculturalismo, conviven 4 lenguas, en la teoría, igual de importantes y 4 culturas completamente distintas. Esto se puede ver en la cantidad de votos a favor de este referéndum en la parte germana del país, fue mucho más elevada que en la parte francesa, llegando a doblarse el porcentaje de votos en algunos cantones germanófonos y, sobre todo, en los cantones creadores de este estado (Uri, Scwyz y Unterwalden) donde el nacionalismo y el conservadurismo es mucho mayor. El caso de Tessin, el cantón italiano, el porcentaje de votos a favor de la supremacía del derecho internacional fue de un 46%, que comparado con el cantón de Neuchâtel -frontera con Francia-, fue de un 22%. Esa diferencia de opinión entre la zona germana, francesa e italiana se aprecia en la mayoría de votaciones.
Que no nos pare el miedo a lo que no se controla, no desde un argumento de pasotismo, es necesario reconocer el enriquecimiento que puede aportar algo externo cuyo fin es evolucionar y empezar a armonizar los derechos internos de los Estados. Y, es que es necesario recordar, en estos días, las palabras de Yuval Noah Harari, en el libro Sapiens (De animales a Dioses), el ser humano se empezó a distinguir del resto de animales por unirse en grupos cada vez más grandes, y por confiar los unos en los otros, y es esto lo importante, al igual que se ha llegado a un punto en el que todo el Globo cree que un trozo de papel tiene valor (los billetes), también se puede confiar en que el Derecho Internacional tiene un valor para las sociedades y su avance.
Alejandro Parra Maestre