Cuando nos juntamos con nuestros amigos en un bar, en la mayoría de los casos, hay un ingrediente principal que es la bebida, ya sea de cualquier tipo, pero seguramente haya alguna con alcohol. Tenemos cierta edad para saber qué es lo que nos gusta y por qué, pero ¿por qué empezamos a consumir alcohol?
Respondiendo esta pregunta deberíamos plantearnos otra muy similar con cierto matiz y reformulando la del principio: ¿por qué empezamos a beber?
Preguntándolo de esta manera podríamos responder que empezamos en la adolescencia con el típico botellón o que era algo que hacíamos para poder encajar dentro de algún grupo. Aquí es donde entra en juego esa presión social por encajar, ese pensamiento que es un vaivén en nuestra cabeza que nos dice y, en cierto modo, nos obliga a preguntarnos por la opinión de los demás. No tenemos la suficiente autoestima cómo para decidir qué hacer, con tal de poder encajar en un grupo de pares que puede que no
sea el más adecuado. En su mayoría, hacemos lo que los demás hacen para encajar y más en una etapa tan conflictiva como es la adolescencia en donde se va a generar ese yo personal de cada uno.
No tenemos la suficiente autoestima cómo para decidir qué hacer
Según datos recogidos en el Plan Nacional sobre drogas del Ministerio de Sanidad, los adolescentes empiezan a beber a los 14 años de media, siendo esta una edad crítica en el desarrollo físico, emocional y mental de ese grupo. También se recoge el denominado consumo recreativo del alcohol, una tendencia por la que se tiende a normalizar el consumo de esta sustancia como articulador del tiempo libre y de carácter social de los jóvenes.
El alcohol es distinto en cada persona: para alguien introvertido, puede llegar a desinhibirse y transformándolo en una persona totalmente distinta a cómo era. Necesitan esta sustancia para ser alguien completamente distinto porque no tienen la suficiente autoestima para ser ellos mismos con tal de ser alguien “sociable” y poder encajar.
No somos conscientes de los cambios que nos surgen durante la adolescencia y que por ser alguien “guay” que bebe siendo menor de edad tiene represalias que bien pueden ser causas menores como una resaca hasta causas mucho más graves como comas etílicos y posterior muerte, hasta que otras personas se aprovechen de la situación violando o abusando de alguien en ese estado. En estos casos donde se dan comas etílicos a temprana edad habría que destacar el término de binge drinking conocido como el atracón de alcohol en muy poco tiempo. Puede gustarle a alguien el beber tanta cantidad en tan poco tiempo, pero no es consciente de la repercusión grave que tiene y de las consecuencias devastadoras mencionadas con anterioridad.
Para evitar esto, debemos concienciar muy detenidamente sobre este tema. La adolescencia es una etapa muy difícil en la vida de una persona, surgiendo conflictos, cambios de humor y un largo etcétera, pero para ellos somos responsables de enseñar y educar a los jóvenes ya que no es necesario ser otra persona gracias a una sustancia para poder encajar en un grupo.
Por otra parte, aquella persona que decide no consumir no debería ser alguien repudiado por un grupo. Hemos “establecido” que el consumir alcohol significa que somos sociables, pero si no consumes es porque eres raro para cierto grupo de personas o, por otro lado, tienes un motivo lo bastante potente para no querer consumir. Esto lo podríamos ver más cuando iniciamos la universidad y empezamos conociendo a gente nueva, somos ya mayores y decidimos qué hacemos y por qué lo hacemos, ¿cuál es el motivo que nos lleva a realizar esa conducta?
La motivación de cada uno estaría relacionada con la autoestima que tengamos.
Ambos conceptos van de la mano y están al mismo nivel. Si decidimos no consumir alcohol es porque tenemos una buena autoestima y siempre vamos a tener que explicar el motivo de esa elección, por lo que uno no puede existir sin el otro.
Nos podemos encontrar que también consumamos alcohol y expongamos el motivo por el que lo hacemos que puede ser potente y factible, pero aludiendo a lo anterior, ¿empezaste a consumir por voluntad propia o por qué los demás lo hacían?
Con todo esto podemos llevarlo más allá y no solo con el alcohol. Nosotros debemos decidir qué hacer, por qué lo hacemos y cuál es el motivo que nos lleva a ello. No estamos hechos para agradar a los demás. Debemos pensar en nosotros mismos, en qué es lo que mejor nos conviene y lo que nos gusta. Aunque vivimos en una sociedad en la que prima la idea de “el qué dirán” y esta idea está muy arraigada en la actualidad y en cómo funcionamos y somos las personas, tenemos que tener claro que es mucho más importante querernos a nosotros mismos, que esperar a que nos quieran los demás.
En la actualidad con la pandemia que estamos viviendo, se vio aumentada la necesidad de socializar, de querer ver a nuestros amigos cara a cara y no por una pantalla, y si a eso añadimos que el alcohol es un elemento socializador, pues surge una necesidad imperiosa de ver a nuestros amigos, pero también de querer consumir para olvidar todo el tiempo en el que hemos estado encerrados en casa sin poder salir.
Con todo lo que está pasando, interesa más el socializar que la salud propia. Es cierto que la salud en su definición es un “estado de bienestar físico, mental y social”, pero con esta pandemia la socialización en persona se ha transformado en una “socialización online”, estamos mucho más conectados que en tiempos de nuestros abuelos. Hemos estado encerrados en casa teniendo un estado de salud óptimo pese a que el virus estaba y está ahí. Hemos vivido una situación que nadie esperaba vivir y no hemos perdido la cabeza, pero hemos querido más y como seres sociales siempre queremos el contacto
humano que el contacto a través de una pantalla. Crece, por tanto, un sentimiento irresponsable entre todos de primar el ver a nuestro amigo que de evitar contagiarnos de una enfermedad que está matando a miles de personas. No hay que irse tan lejos ya que por redes sociales se veía como la gente publicaba lo que iban a hacer cuando se levantase el estado de alarma: les importaba más emborracharse que tomar medidas adecuadas a la situación. Podría hablarse de una necesidad imperiosa de consumir y de socializar, un craving de consumir alcohol y de ver a los demás. Estamos entonces, ante una irresponsabilidad comunitaria.
No se debe bajar la guardia ante esto y por ello se deberían endurecer las normas frente a esto, no sólo entre jóvenes, si no en cualquier conducta que esté provocando daños irrevocables en nuestra sociedad tanto por causa de un virus como de una sustancia adictiva.
Alejandro Moral, graduado en Terapia Ocupacional (UCM), trabajador en el sector sociosanitario, apasionado de lo social, la historia y el cine. Nadador y entrenador auxiliar de natación.